El palacio de El Partal, cuyo nombre unos traducen
por “pórtico” (del árabe “bartal”), aunque parece derivar más bien de
“al-burtula“ con el significado de “remanso veraniego” o “belvedere”, ha sido interpretado,
dado que por la abundancia de vanos no cabe suponerle un uso residencial, como
una especie de pabellón real, “parada y fonda” en los recorridos del sultán
Muhammad III (1302-1308), su constructor según la más que plausible hipótesis
de Basilio Pavón, desde o hacia el Generalife, su palacio de verano, como área
de descanso y placer abierta al paisaje.
Del palacio queda la gran alberca central y la
galería norte, la llamada desde el siglo XVIII Torre de las Damas, pórtico con
singular armadura apeinazada que se prolonga en una estancia cuadrada que
sobresale del perímetro rectangular con ventanas abalconadas, interesantes
restos de yeserías y armadura ataujerada y se dobla en altura en una torre
mirador rectangular a la que se accede a través de angosta pero delicada escalera
construida en el lado occidental, cuyo volumen fue sin duda añadido en época
ligeramente posterior a la de la galería, disponiéndose en su interior dos
habitaciones de distinto tamaño, aunque unidas a través de un gran arco sobre
columnas antiguas pero no originales, además de un pequeño ámbito sobre la
escalera de función desconocida, a “modo de asiento con capacidad para una sola
persona” como dice Orihuela Uzal. Estos tres ámbitos se cubren asimismo con
tres estructuras diferentes, el último con una pequeña bóveda de mocárabes, muy
semejante a la que aún se conserva en el extremo occidental del pórtico del
Generalife, ambas las más antiguas por cierto de las conservadas en la Alhambra;
el segundo con un restaurado alfarje y el tercero con una cúpula que el
anterior propietario del palacio, el alemán Arthur von Gwinner trasladó a su
casa en Berlín, siendo adquirida en 1978 por el Pergamon Museum donde se exhibe
en la sección de arte Islámico, lo que constituye una ventaja circunstancial
dado que de permanecer in situ sería difícilmente accesible. Asimismo es
posible considerar complemento del palacio un pabellón meridional prácticamente
desaparecido, cuyos restos están alineados con el eje longitudinal del conjunto
y del que se conserva una alberca en U con andén central y una cámara
rectangular en la que Torres Balbás recuperó una almatraya de losetas vidriadas
típicamente nazarí.
Aunque no es una cuestión pacífica, hay que advertir
que los cinco arcos del pórtico descansaban originariamente en pilares de
ladrillo con alicatados y yeserías y no en columnas como hoy, habiéndose
repuesto las sebkas o redes de rombos desaparecidas de los laterales con una
acertada labor hueca de yeso que las recuerda pero no las suplanta. Se ignora cómo
se completaba el palacio.
Volviendo a la cúpula de la Alhambra hoy en Berlín, sus
dimensiones son 190 centímetros de alto y 355 centímetros de ancho, estando
construida con piezas de madera de cedro y álamo que conservan restos de
policromía en oro, rojo y azul según puede aún apreciarse y consta en la ficha del
propio museo donde está inventariada con el Nº
I. 5/78.
Estructuralmente se trata de una cúpula ataujerada
dividida en dieciséis paños o faldones trapezoidales todos ellos con la misma
decoración a base de tres ruedas de 8, formadas por un sino central estrellado
con el lema nazarí típico “No hay vencedor sino Dios” en dos líneas de
escritura, y ocho zafates adornados con ataurique, reduciéndose aquéllos de la
base al centro, y adaptándose éstos en forma, número y tamaño a la disminución
del espacio, de modo que las primeras ruedas carecen del zafate inferior, las intermedias
funden entre sí los laterales y las superiores los suprimen por falta de
espacio.
Las almendrillas son huecas, culminando el conjunto en un almizate que
hace lazo de dieciséis, ricamente decorado con atauriques cuyos fondos
conservan la pintura original, alternativamente roja y azul, todo ello
dispuesto en torno a un sino central perforado del que presumiblemente pendería una lámpara.
La cúpula guarda una gran semejanza con la que
preside, centrándola, la rica armadura apeinazada que cubre la galería
inferior, aunque ésta arranca directamente del polígono de dieciséis lados
sobre arrocabe de mocárabes y aquélla está dispuesta sobre un espacio cuadrado
que pasa a un octógono a través de cuatro pechinas planas adornadas con zafates,
atauriques y pequeños cupulines de mocárabes, y de aquí a un polígono de
dieciséis lados mediante ocho piezas triangulares decoradas asimismo con
ataurique y cupulines avenerados.
El
octógono, a modo de arrocabe, se decora con piñas y conchas intercaladas,
llevando una inscripción en cúfico especular en torno a las primeras que dice “Yumn” (Ventura), en tanto que la base
del polígono de dieciséis lados, a semejanza de lo que ocurre en la cúpula de
la galería inferior, es una hermosa cornisa o friso de mocárabes sobre la que
asientan ocho faldones, ya que los restantes apoyan sobre las piezas
triangulares antes descritas, que acoge la siguiente inscripción “No hay
vencedor sino Dios” entre las columnillas.
En cuanto a su significado simbólico contamos con
dos recursos para explorarlo; por un lado la constatación de que las cúpulas
alhambreñas representan el cielo, especialmente las de madera adornadas con
polígonos estrellados como ocurre en la cúpula del Salón de Embajadores,
cúpulas que hacen visible la afirmación del Corán que dice “Encima de vosotros
hemos creado siete cielos…” y, por otro, la epigrafía, que en este caso es de
escasísima ayuda por quedar reducida al emblema nazarí y a la palabra Yumn (Ventura).
Una vez trasladada la cúpula a Berlín quedó un feo
boquetón que fue cubierto con una réplica de la cúpula original, aunque con
errores estructurales y epigráficos, realizada por el maestro ebanista José
Romera Baena.
Miguel JIMÉNEZ JIMÉNEZ -2013