lunes, 25 de febrero de 2013

BAJO LA LUZ DE AMARNA (IM LICHT VON AMARNA)


            El pasado 7 de diciembre fue inaugurada en el Neues Museum de Berlín una gran exposición conmemorativa del centenario del descubrimiento del famoso busto de Nefertiti que se conserva en este museo berlinés.
La exposición, comprensiva de  más de 400 objetos, muchos de ellos expuestos por primera vez y procedentes de las colecciones del mismo Neues Museum, el British Museum de Londres, el Louvre de París y el Metropolitan de Nueva York, ofrece un panorama suficientemente descriptivo del ambiente material y espiritual tanto del reinado de Akenatón como de su capital, Achet-Atón,  la ciudad fundada por él mismo y a la que trasladó su corte, llamada hoy Tell el Amarna.
En efecto, el 6 de diciembre del año 1912, la expedición arqueológica alemana que, bajo la dirección de Ludwig Borchardt, excavaba en Tell el Amarna descubrió un depósito de esculturas asociadas a pigmentos y diversas herramientas en la casa que se supone era la residencia y el taller del escultor real Thutmés. Entre estas obras, muchas realizadas en yeso como modelos para servir de guía a otras en piedra, figuraba el maravilloso busto de caliza policromada de la reina Nefertiti, bien obra terminada y lista para ser entregada a su comandante, bien, lo que no puede excluirse, otro modelo de taller.

La Pareja Real.- Ella era el tercer miembro de la tríada formada por su esposo, el faraón Amenhotep IV, que tomó el nombre de Akenatón y el propio Atón, el nuevo dios de la luz y la creación, representado por un disco solar con rayos terminados en manos bendicientes,  impulsores de una revolución religiosa, social y política que convulsionó los cimientos del Egipto faraónico. Las resistencias que cambios de tal naturaleza ocasionaron, se mantuvieron latentes durante gran parte del reinado de Akenatón y no tardaron en salir a la luz después de su muerte, ocurrida probablemente un año después de la de su esposa, deshaciendo de inmediato toda su labor reformadora y reponiendo en su lugar tradicional no sólo a los antiguas divinidades, sino también a la clase sacerdotal y su dirigismo religioso, económico, político y artístico.


       Amenhotep IV era hijo de Amenhotep III, faraón que reinó 38 largos y fructíferos años, entre el 1388 y 1350 a.C. y de la reina Tiy, presente en la exposición a través de una pequeña cabeza realizada en madera de tejo y coronada con el disco lunar entre los cuernos de Hátor y dos plumas,  quienes tuvieron al menos seis hijos, de los cuales, el mayor, Tutmosis, murió prematuramente por lo que los derechos dinásticos pasaron a aquél; Nefertiti, en cambio, era una princesa de Mitanni, un Estado situado al norte de la actual Siria, que mantenía con Egipto una ambivalente relación económica, militar y cultural, según soplaran los vientos políticos en la región, básicamente por el expansionismo hitita. Al final de sus días, Amehotep III recuperó la amistad con el país de Mitanni, sellando esta alianza mediante su matrimonio con la princesa Taduhepa, si bien el faraón murió cuando ésta iba a su encuentro, razón por la que la joven acabó casándose con su hijo y heredero, Amenhotep IV a la sazón un joven de sólo 15 años puesto bajo la regencia de su madre.  La  edad  de  la esposa no la conocemos pero sin duda era ya núbil por cuanto no tardó en ser madre de dos hijas, Merit-Atón y  Maket-Atón,  ambas  nacidas  en  Tebas, antes por tanto del traslado de la corte a Achet-Atón, donde daría luz a otras cuatro princesas. Muy delgada, Nefertiti era una mujer de gran belleza física que manifestaba un refinamiento que trascendía las normas protocolarias de la corte y alcanzaba a sus prácticas religiosas. Su nombre egipcio -Nefertiti-, que significa “La bella ha venido”, expresó la admiración que despertó en la corte del joven faraón, lo mismo que el de “Perfectas son las bellezas de Atón” con el que también se la conoció. Pero, junto a ello, no puede caber duda de que Nefertiti fue poseedora asimismo de una fuerte personalidad que le llevó, sin olvidar sus deberes de esposa y madre, a alcanzar un gran protagonismo en la corte y en el nuevo ritual religioso dedicado a Atón.      

La nueva capital, Achet-Atón.- Akenatón decidió fundar una nueva ciudad en el Egipto medio, Achet-Atón o “El horizonte de Atón”, tanto por razones simbólicas ligadas a su revolución religiosa, como políticas, en este caso, para distanciarse de los viejos centros de poder y de la casta sacerdotal que los controlaba, situados trescientos kilómetros más al sur.

Plano de Achet-Atón. Se aprecia a la izquierda el Gran Palacio, en el centro abajo, el pequeño templo de Atón y al norte de éste, la casa del Rey. El gran templo de Atón quedaría fuera de la vista aérea. El camino que corre de Norte a Sur es la calzada real.

La ciudad, que debió ser construida en un periodo muy breve de tiempo, ha sido excavada en gran parte, sacando a la luz el  plano urbano, presidido por el Gran Templo de Atón y el Gran Palacio oficial, así como por dos edificios menores, el Pequeño Templo y la Casa del Rey, que se completaban con otros necesarios para la administración del imperio, así como con dos palacios más, el llamado Palacio del Norte y el Palacio de Meruatón, situado al sur. Los muros en general son de adobe, labrándose en piedra sólo los umbrales, jambas y dinteles de puertas y ventanas que asimismo se completan con jeroglíficos y se decoran con pequeñas piezas incrustadas de mayólica y otras pendientes de las caras internas de los dinteles, lo que sin duda lograba que la ciudad ofreciera un espectáculo colorista y vibrante tanto al exterior como en el interior de las viviendas. Tres calles principales que corrían de norte a sur, paralelas al Nilo, completadas con otras muchas transversales, formaban el viario urbano.
    Los suelos, como asimismo los techos de palacios y viviendas, se enfoscaban y pintaban, pudiéndose admirar en la exposición un importante fragmento de uno de ellos con unos ánades levantando el vuelo sobre los papiros del Nilo.

Ánades levantando el vuelo

Las viviendas siguen en general el plan tan común en Egipto de una pieza cuadrada central cuyo techo de vigas de palmera se sostiene con una o dos columnas, en torno a la cual se disponen las restantes dependencias de la casa. En los patios podemos encontrar, como en el caso de la de Thutmés, un establo, panadería y silos para guardar el grano.

La cultura material.- Junto a los grandes silos, en las excavaciones apareció una gran cantidad de orzas tanto sin pintar como decoradas con esquemas geométricos y florales a base de pétalos y hojas de lotos y papiros en azul; algunas también adornadas con trenzas de hojas de  palma; piezas diversas de vajilla, copas para beber, cuencos para cocinar, vasijas para transportar agua, etc., todo lo cual apunta al refinamiento de la vida doméstica en Achet-Atón.


     La ciudad que, tras la muerte del faraón y el subsiguiente abandono por las clases dirigentes, experimentó un rápido proceso de deterioro hasta desaparecer, ha ofrecido una variedad enorme de objetos de cultura material entre los que se cuentan, además de los cerámicos ya citados, piezas de vidrio, madera, piel, metal, etc., ya sean objetos de tocador como espejos de cobre pulido, pinzas para depilar, cuchillas para afeitar que eran cuidadosamente afiladas con piedras de amolar, pequeños frascos para guardar el khol con el que se pintaban los ojos tanto por razones estéticas como terapéuticas para prevenir enfermedades, etc., etc.; ya objetos de vidrio para componer collares o fabricar pequeños vasos, así el ictiforme con la figura de una tilapia del Nilo, usado para guardar cosméticos y que constituye una de las piezas maestras de la industria del vidrio en Egipto, logrado mediante adición de cordones de cristal coloreado; ya piezas de marfil como una posible anteojera de caballo que fue encontrada en lo que se supone era el taller del jefe de las obras del faraón y escultor real (“Master of work and sculptor Thutmose”) ya que la inscripción jeroglífica que contiene hace alusión a él.
 Fragmento de anteojera de caballo

La escultura en Achet-Atón.- La reforma religiosa de Akenatón trajo consigo una nueva visión de la realidad, menos estereotipada y rígida y en consecuewncia más natural y expresiva. En varios relieves de delicadísima factura es posible ver a la pareja real en actitud de besarse o sosteniendo en brazos a sus hijas, escenas de un intenso naturalismo al que, ciertamente, nunca fue completamente ajeno el arte egipcio, si bien las reglas de composición dictadas por los sacerdotes impidieron a los artistas desarrollar esta vertiente de su personalidad.
La escultura que se ha encontrado en Tell el Amarna ha aparecido casi por completo en un pequeño pasaje denominado R18/R19 que fue cubierto por los artesanos dentro de un depósito para estatuas y modelos, probablemente en el tiempo en que la ciudad fue abandonada. Se trata en gran parte de modelos de taller realizados en yeso sobre los que se conservan bien visibles trazos en color negro para orientar la labor de las réplicas que se obtenían de aquéllos.

Akenatón y Nefertiti

Las dos piezas esenciales de este conjunto son los bustos de Nefertiti y de Akenatón, éste mucho menos conocido y peor conservado que el de su esposa, pero relizado también en caliza policromada, acompañados de un conjunto numeroso de retratos de ellos mismos realizados en yeso y caliza, la mayor parte de ellos con trazos en negro que expresan las correcciones que era necesario realizar.

Akenatón (derecha y centro)y Nefertiti o su hija Merit-Atón

Sin embargo, las dos piezas esenciales son los bustos en caliza policromada de Nefertiti y de Akenatón, éste último mucho peor conservado y conocido:

Nefertiti y Akenatón

El faraón no presenta los rasgos andróginos y asexuados de tantas otras representaciones suyas, de mejillas delgadas, boca llena, barbilla prominente y forma triangular de la cara; aquí, por el contrario, el rostro es más ancho y su parecido con los retratos de su padre Amehotep III más intenso. La obra sufrió sus primeros daños cuando fue trasladada al depósito de estatuas del taller y  posteriormente durante el periodo de persecución, perdiendo finalmente la boca durante la segunda Guerra Mundial, siendo la que se ve un añadido hecho expresamente para la exposición y absolutamente reversible.
El busto de Nefertiti por el contrario presenta escasísimos daños y luce en todo su esplendor primigenio. Llama la atención en primer lugar y por su absoluta rareza el hecho de que, a diferencia del de su marido, la representación se limite prácticamente a la cabeza, bajando hasta los hombros pero sin incluirlos. La reina lleva collar y se cubre con una alta corona.
La obra, realizada en piedra caliza, estuco pintado, cristal de roca y cera, se fecha entre 1351 y 1334 a.C. Vista desde la izquierda, presenta un ligero daño en el perfil de la corona y en la hélice de la oreja; desde atrás, dos pequeñas pérdidas en el borde de aquélla; desde la derecha, junto con un pequeño daño en el borde del hombro, de nuevo otro pequeño daño en el perfil y en la hélice de la oreja así como una relativamente importante pérdida de estuco; finalmente, de frente, falta la cobra frontal y el ojo derecho.
La figura presenta una exquisita simetría, con la barbilla dividida en dos pequeños resaltes, mandíbula casi cuadrada, pómulos prominentes, labios muy bien dibujados y no excesivamente carnosos con las comisuras muy marcadas; ojos almendrados y cejas perfectamente delineadas. Su cuello, tan esbelto como delicado, sostiene firmemente la cabeza mediante dos fuertes tendones muy marcados dada su extrema delgadez. La piel es finísima, sin imperfección alguna, con una coloración intensa como de larga exposición al sol, lo que la distingue de las tonalidades más pálidas en ocre amarillo de otras versiones femeninas.
       La escultura podría decirse que es sobre todo de una gran espiritualidad; probablemente destinada en un primer momento a su propia tumba, con la vista perdida en el horizonte. Ajena a todo y a todos, se diría que la reina está en intensa comunicación con Atón, el dios dinástico.

Miguel JIMÉNEZ JIMÉNEZ

Esquemas sobre la población española para 2º Bachillerato