domingo, 22 de septiembre de 2013

EL TECHO CUPULAR DEL MIRADOR DE LA TORRE DE LAS DAMAS


El palacio de El Partal, cuyo nombre unos traducen por “pórtico” (del árabe “bartal”), aunque parece derivar más bien de “al-burtula“ con el significado de “remanso veraniego” o “belvedere”, ha sido interpretado, dado que por la abundancia de vanos no cabe suponerle un uso residencial, como una especie de pabellón real, “parada y fonda” en los recorridos del sultán Muhammad III (1302-1308), su constructor según la más que plausible hipótesis de Basilio Pavón, desde o hacia el Generalife, su palacio de verano, como área de descanso y placer abierta al paisaje. 
Del palacio queda la gran alberca central y la galería norte, la llamada desde el siglo XVIII Torre de las Damas, pórtico con singular armadura apeinazada que se prolonga en una estancia cuadrada que sobresale del perímetro rectangular con ventanas abalconadas, interesantes restos de yeserías y armadura ataujerada y se dobla en altura en una torre mirador rectangular a la que se accede a través de angosta pero delicada escalera construida en el lado occidental, cuyo volumen fue sin duda añadido en época ligeramente posterior a la de la galería, disponiéndose en su interior dos habitaciones de distinto tamaño, aunque unidas a través de un gran arco sobre columnas antiguas pero no originales, además de un pequeño ámbito sobre la escalera de función desconocida, a “modo de asiento con capacidad para una sola persona” como dice Orihuela Uzal. Estos tres ámbitos se cubren asimismo con tres estructuras diferentes, el último con una pequeña bóveda de mocárabes, muy semejante a la que aún se conserva en el extremo occidental del pórtico del Generalife, ambas las más antiguas por cierto de las conservadas en la Alhambra; el segundo con un restaurado alfarje y el tercero con una cúpula que el anterior propietario del palacio, el alemán Arthur von Gwinner trasladó a su casa en Berlín, siendo adquirida en 1978 por el Pergamon Museum donde se exhibe en la sección de arte Islámico, lo que constituye una ventaja circunstancial dado que de permanecer in situ sería difícilmente accesible. Asimismo es posible considerar complemento del palacio un pabellón meridional prácticamente desaparecido, cuyos restos están alineados con el eje longitudinal del conjunto y del que se conserva una alberca en U con andén central y una cámara rectangular en la que Torres Balbás recuperó una almatraya de losetas vidriadas típicamente nazarí.
Aunque no es una cuestión pacífica, hay que advertir que los cinco arcos del pórtico descansaban originariamente en pilares de ladrillo con alicatados y yeserías y no en columnas como hoy, habiéndose repuesto las sebkas o redes de rombos desaparecidas de los laterales con una acertada labor hueca de yeso que las recuerda pero no las suplanta. Se ignora cómo se completaba el palacio. 

Volviendo a la cúpula de la Alhambra hoy en Berlín, sus dimensiones son 190 centímetros de alto y 355 centímetros de ancho, estando construida con piezas de madera de cedro y álamo que conservan restos de policromía en oro, rojo y azul según  puede aún apreciarse y consta en la ficha del propio museo donde está inventariada con el Nº  I. 5/78.

Estructuralmente se trata de una cúpula ataujerada dividida en dieciséis paños o faldones trapezoidales todos ellos con la misma decoración a base de tres ruedas de 8, formadas por un sino central estrellado con el lema nazarí típico “No hay vencedor sino Dios” en dos líneas de escritura, y ocho zafates adornados con ataurique, reduciéndose aquéllos de la base al centro, y adaptándose éstos en forma, número y tamaño a la disminución del espacio, de modo que las primeras ruedas carecen del zafate inferior, las intermedias funden entre sí los laterales y las superiores los suprimen por falta de espacio.

Las almendrillas son huecas, culminando el conjunto en un almizate que hace lazo de dieciséis, ricamente decorado con atauriques cuyos fondos conservan la pintura original, alternativamente roja y azul, todo ello dispuesto en torno a un sino central perforado del  que presumiblemente pendería una lámpara.


La cúpula guarda una gran semejanza con la que preside, centrándola, la rica armadura apeinazada que cubre la galería inferior, aunque ésta arranca directamente del polígono de dieciséis lados sobre arrocabe de mocárabes y aquélla está dispuesta sobre un espacio cuadrado que pasa a un octógono a través de cuatro pechinas planas adornadas con zafates, atauriques y pequeños cupulines de mocárabes, y de aquí a un polígono de dieciséis lados mediante ocho piezas triangulares decoradas asimismo con ataurique y cupulines avenerados.


El octógono, a modo de arrocabe, se decora con piñas y conchas intercaladas, llevando una inscripción en cúfico especular en torno a las primeras que dice “Yumn” (Ventura), en tanto que la base del polígono de dieciséis lados, a semejanza de lo que ocurre en la cúpula de la galería inferior, es una hermosa cornisa o friso de mocárabes sobre la que asientan ocho faldones, ya que los restantes apoyan sobre las piezas triangulares antes descritas, que acoge la siguiente inscripción “No hay vencedor sino Dios” entre las columnillas.

 Las piezas de madera que enmarcan las tres filas de zafates horizontales forman otros tantos encintados que refuerzan la impresión de circularidad de la cúpula, contrastando con la estructura radial que los propios faldones y su diseño transmiten.   

En cuanto a su significado simbólico contamos con dos recursos para explorarlo; por un lado la constatación de que las cúpulas alhambreñas representan el cielo, especialmente las de madera adornadas con polígonos estrellados como ocurre en la cúpula del Salón de Embajadores, cúpulas que hacen visible la afirmación del Corán que dice “Encima de vosotros hemos creado siete cielos…” y, por otro, la epigrafía, que en este caso es de escasísima ayuda por quedar reducida al emblema nazarí y a la palabra Yumn (Ventura).


Una vez trasladada la cúpula a Berlín quedó un feo boquetón que fue cubierto con una réplica de la cúpula original, aunque con errores estructurales y epigráficos, realizada por el maestro ebanista José Romera Baena.

Miguel JIMÉNEZ JIMÉNEZ -2013